Un ola de piernas y brazos me
empuja, me lleva, me lanza hacía esa recta larga y ondulante que es la Avenida Infante
Dom Henrique que bordea la playa de Flamengo. En una explosión de adrenalina
contenida todo empieza y todo está por escribirse, dentro de una fiesta verde
amarela yo espero escribir mi historia en español.
Con seis semanas de pretemporada
a cuestas, mis piernas disfrutan más de la resistencia y de la fuerza que de la
velocidad que me está pidiendo esta largada; para los 3’04” que tardo en llegar
al cartel del primer kilometro ya 14 atletas lo cruzaron. Si bien no es el
inicio más alentador teniendo como objetivo subirme a un podio de cinco
lugares, ya promediando el segundo kilometro noto que varios fueron víctima de
una emoción inicial y comienzo a escalar posiciones rápidamente.
Poco a poco se empieza a aclarar
el panorama sobre quienes realmente vamos a dialogar en la punta. El primero
marcha cómodo, alejado ya a unos 40 metros del compacto pelotón que incluye al
segundo, tercero y cuarto. Por mi parte, en gran medida “aconsejado” por mi
entrenador que me sigue a prudente distancia en bicicleta, mantengo este ritmo que
me sofoca para conectar a quien en ese momento marchaba sexto y concluimos
juntos el segundo kilometro en 6’10”. Sobrepasamos al quinto y antes de llegar
a la mitad de la competencia y largarnos al retome en U que quiebra el circuito
ya está claro como nos presentaremos al final; el primero sigue ampliando su
ventaja, el pelotón de tres atletas se ordenan esperando el final y yo me
acomodo el ritmo cómodo al que me invita mi ocasional compañero de competencia,
la velocidad crucero se estanca en 3’18” por kilometro y siento que mi cuerpo
se repone para el capítulo final.
A menos de dos kilómetros de la
llegada escucho que me habla; entre su agitación por la carrera, mi distracción
por estar concentrado en donde buscar el desenlace y el portugués que estoy
lejos de dominar, no entiendo nada de lo que dice, pero instantes más tardes
comprendo que ante la proximidad del último puesto de agua me pidió paso, o
algo parecido, para abastecerse. No solo toma su vaso sino uno más para mí, no
bebo en una distancia tan corta pero agradezco el gesto.
Debo reconocer que me presentó un
pequeño dilema moral. A un atleta que me marcó el paso más de la mitad de la
carrera, que me pide permiso y luego me ofrece agua. ¿Debo arrebatarle el
puesto sobre el final de la prueba? Por otro lado está claro que no es solo un
puesto, el que llegue primero de los dos subirá al podio, el otro lo verá desde
abajo, es una pequeña gran diferencia. Por otro lado el espíritu de una carrera
es dar lo mejor de sí y comparar eso con otras personas. Y más allá de eso
hacía varios días que venía soñando con subirme al podio en mi primera carrera
en el exterior, acompañado por mi entrenador quien casi nunca me ve competir y
rodeado del marco único que da una ciudad como Río de Janeiro y veinte mil
atletas reunidos en un evento deportivo como la Maratona Caixa de Río deJaneiro.
Por lo que faltando unos 800m,
cuando mi acompañante decide mirar su reloj (aún no entiendo para ver que),
aprovecho esa brazada perdida y lanzo mi primer ataque. ¡Extrañamente vuelve a
mirar su reloj! E intenta seguirme, pero
realmente me había sentido cómodo al ritmo que llevábamos y tenía bastante
energía para desarrollar, por lo que pronto voy dejándolo atrás, incluso
buscando que la brecha se abriera rápidamente para aprovechar el efecto
psicológico que tiene sobre el rezagado.
Ya con unos 200 metros por
delante me dedico a disfrutar esos sublimes segundos de alegría y euforia, el
sueño se cumplía, en exactos tres minutos había atravesado el último kilometro
y ahora ya escuchaba mi nombre gritado por el animador a través de los
parlantes y veía la cinta tensa que solo esperaba que la cortara, fui a su
encuentro y sentí que la abrazaba como si nos hubieran separado seis kilómetros
atrás y solo hubiera corrido para reencontrarla.
Después solo fue una prolongación
de la alegría, el encuentro con mi entrenador, con sus alumnos brasileros, ir a
ver el final de la maratón bajo un hermoso sol carioca, la ceremonia de
premiación para los 42, 21 y 6k, todos reflejos de la intensa felicidad de
cruzar la meta alcanzando lo soñado; mi primer podio en una gran carrera y como
broche de oro, en mi primer competencia fuera del país.
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