domingo, 5 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas III

4 x 2 km entre el tartán y el cielo
Una vez leí que la principal diferencia entre los profesionales y los amateurs es que los primeros se toman muy en serio el descanso; hoy intenté profesionalizarme y dormí hasta las 10. Por lo que mis primeras pasadas en Cachi salieron casi al mediodía, bajo un hermoso sol salteño, con las montañas como silenciosas testigos.
Fueron cuatro repeticiones de dos mil metros y la pausa entre cada una duraba hasta que llegara a 120 pulsaciones por minuto. Muy buena sensación, no fue un ritmo vertiginoso pero se sintió bien, las pausas fueron de unos 45 segundos y fue placentero para ser mis primeras pasadas en la altura. Sin duda el óvalo es mi lugar, a pesar que acá hay senderos mágicos para recorrer, girar mano a mano con el reloj tienen para mí un encanto único.
Habiéndome levantado a esa hora no me dio la cara para encontrarme con la siesta, aunque un poco me buscó, utilicé esas horas en que Cachi cierra sus ventanas y el silencio se adueña de las calles para elongar y quedar listo para la sesión de la tarde. 
Persiguiendo a mi principal contrincante
Volvimos a la pista de aviones para hacer un regenerativo de 45 minutos pero antes no desperdiciamos el imponente entorno y sacamos varias fotos haciendo lo que más nos gusta, correr. No trotamos en la pista en sí, sino que la rodeamos por caminos y senderos junto con Pablo y Ezequiel, yo parecería una lechuza girando la cabeza para todos lados pero a medida que el sol se acercaba a su encuentro con las montañas el paisaje se transformaba entre las nubes y los rayos de luz y cada minuto la naturaleza nos mostraba una nueva cara.
Dicen que París es la ciudad del amor pero Cachi me muestra muy romántico; me la paso suspirando. No importa si voy lanzado en una bajada, girando en la pista, remontando una cuesta, trotando suave, caminando, tomando un vaso de agua o recostado leyendo, siempre falta un poco el aire. Es raro, no diría que molesta mucho, pero parece que, por ahora, la altura nunca me deja olvidar que acá la que manda es ella. Por otro lado se compensa con creces la falta de oxigeno con la sobra de felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario