¿Dónde está Wally? |
Sin anticiparlo, sin cuenta previa, unas cornetas suenan y
la marea de gente se revuelve, me empujan y empujo, esquivo y a los pocos
metros ya vamos libres. Busco la punta, no está muy lejos, trato de de no
perder contacto, de ir suelto y movido. Se empieza a afinar el pelotón, intento
no quedar encajonado detrás de los que van quedando relegados, enfocado en
seguir siempre conectado con el primer grupo. De a poco veo cada vez menos
gente delante, pasamos el primer kilómetro y no quiero mirar el reloj porque sé
que el tiempo puede doler, sólo hay que mirar la punta, la nuca del que me
marca el paso.
Cada vez más fino el grupo, ahora sólo son tres delante de
mí, dos con la remera del mismo club, y otro que va marcando levemente el ritmo.
Pienso solamente en aguantar ese grupo, es el grupo del podio, con ellos ya
estoy adentro. El que marcaba el ritmo empieza a abrir levemente. Se acerca el
segundo parcial y voy muy justo, sigo buscando resistir suelto esperando que el
ritmo afloje un poco. Escucho pasos cerca, pero no miró para atrás, la carrera
está adelante.
El momento en que me quedo solito... |
Intento mantenerme suelto a pesar de sentirme lento, nos vamos
acercando al retome en U, desde allí solo es desandar lo andado por la otra
mano de la avenida. Ya varios me han pasado, pierdo la cuenta, me desenfoco,
nunca vi el cartel del tercer kilómetro. Es muy difícil correr pensando que no
tiene sentido.
Pero después de girar me acomodo, conecto a dos que iban delante
de mí. Me estabilizo detrás de ellos, ya no estoy tan mal, me olvido un poco
del puesto y me enfoco en el presente, voy bien detrás de ellos. Algo antes del
cuarto parcial uno tímidamente busca, yo me siento mejor, puedo intentar yo
también, cruzando el cartel del kilómetro cuatro salgo a buscar más adelante,
ninguno de los dos me sigue, intento soltarme, falta poco, vamos a correr.
La punta nunca se fue lejos, solo que cuando me cortaron la
perdí de foco, pero ahora la sigo viendo, van todos cerca, en una fila india
con 20 o 30 metros entre cada uno. Diviso al quinto, no está lejos, menos de
cien metros, ahí está el podio, hay que buscarlo, aún no se terminó nada, todos
seguimos corriendo, estoy cansado pero calculo que todos lo estamos; hay que
averiguar quién está más cansado. Veo que achico, aunque sea un poco me acerco,
en el medio hay otro atleta, voy séptimo. Pero de golpe siento unos pasos muy
cercanos y no van delante de mí, estamos llegando a una amplia curva a la
derecha y alguien busca pasarme por dentro. Mi atención ahora está atrás,
cierro la cuerda y me pongo a su espalda, no viene tan rápido como para
cortarme. Entramos a la recta final, los veo a todos, desde el primero hasta mi
nuevo compañero, todos estamos cerca, vamos corriendo en perfecta línea justo
por el medio de la calle, evitando las zonas más húmedas de los laterales.
Todos estamos ahí, a pocos metros, pero cada hueco es un pequeño abismo.
Mi compañero presenta unos cambios de ritmo, los primeros
los controlo, pero en uno logra abrir un metro, ya el podio no está en la
discusión, ahora solo peleamos un puesto más entre miles, nada va a cambiar; séptimo,
octavo ¿Qué diferencia hay? Por un momento creo eso.
Abajo de verde el sexto, yo intentado despegarme |
No hubo cinta al cruzar la línea, no hubo podio, pero dejé
todo, un brazo se me acerca, es Diego Winitzky que apreta mi mano, tiene
fuerza, y yo estoy cansado, ahora cuesta caminar. Lo veo a Ezequiel, ambos
sabemos que faltaron dos puestos, me muestra la foto, el primero llego a menos
de cien metros, estaba todo ahí, faltó muy poco para alcanzarlo. A veces más
cerca, a veces más lejos, pero siempre hay algo adelante para seguir buscando,
en la búsqueda de eso que nunca termina de definirse, encuentro la felicidad.
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