domingo, 12 de octubre de 2014

Ganar, perder. Perder, ganar

 ¿Cuándo se gana una carrera? El reglamente básicamente dice que el primer atleta en cruzar la línea es el ganador, pero ¿Cuándo ganamos nosotros una carrera? ¿Cuando llegamos primero? ¿Cuándo bajamos nuestra marca? ¿Cuándo cumplimos nuestro objetivo?
Nos largamos a recorrer 5.000 metros sobre el sintético del CeNARD y al tomar la primer recta ya marchaba segundo sobre las espaldas de Fabián Manrique, desde la tribuna se podría pensar que empezaba perdiendo la carrera. Pero al entrar en la recta opuesta él se abre al andarivel dos y deja que lo sobrepase por el primer carril; iniciábamos la danza que habíamos acordado en la previa y yo pasaba a ganar la carrera. Otra vuelta completa y nuevamente el enroque, me abro y dejó que él pase a ganar. En este dialogo de cuerpos, vuelta tras vuelta, fuimos restando metros, en cada giro el ganador parecía otro.
Así empezamos la segunda vuelta
Hasta que llegando a la octava vuelta, en esos momentos de mitad de carrera que parece que falta tanto para que se termine aunque ya se hizo más de lo que resta, me abro para dar paso a mi partener pero veo que no sale a escena. La curva se acerca y hay que cerrar el hueco para no ampliar el giro pero sigo adelante en la siguiente vuelta. Fabián lentamente se va retrasando. La siguiente vuelta se repite la escena pero ya con él más relegado. Pareciera que voy ganando la carrera, pero también yo empiezo girar más lento, el objetivo de 1’12”por vuelta se va escapando y escucho 1’13” o 1’14”, por dentro no me siento tan ganador.
Dos vueltas para el final y Manrique empieza a acercarse, hace ya casi dos kilómetros que voy ganando pero me siento más cerca de perder que nunca, el tiempo se escapa y aún parece muy lejana la llegada.
Última vuelta y siento la respiración pegada a mi espalda; viene a mi mente la misma situación que vivimos dos semanas atrás en el 3.000, Fabián alcanzándome en la última vuelta y ganándome en la recta final. A menos de 300 metros para ganar entro primero a la recta opuesta pero se pone a mi lado y ahora ya no para marcar el ritmo. Nuevamente hay que entrar en la curva pero esta vez quedo yo atrás y cada vez más metros nos separan, ahora si perder es una realidad. Quiero ganar, ya no importa si la vuelta es a 1’12”, a 1’20” o a 1’05”, todo se resume a ganar o perder. Faltan 160 metros y estiro la zancada para conectarlo, no importa como pero quiero dar pelea hasta el último metro. Para mi sorpresa siento que una vez pegado el ritmo no me lleva al límite, algo más se puede hacer en la última recta.
Por fin se acaba la curva y solo se ve la llegada, el viento golpea nuestras espaldas y me lanzo decidido, siento que puedo, que la historia no se repite, que paso de perder a ganar… Me regalo el último metro para levantar el índice y sellar el triunfo, estoy feliz, llegué primero, volví a ganar en el CeNARD desde aquella tarde de Mayo.
Cuando recupero el aliento miro el reloj, me devuelve 15’09”, no es poco, son 10”más que mi objetivo, ya no me siento tan ganador, sé que algo perdí. Salí a buscar algo que no encontré, mientras recibo las felicitaciones por la carrera pienso en dos semanas atrás cuando perdía el segundo puesto en la recta final pero cruzando en 8’44”, por debajo de mi meta personal, ahí si me consideraba un ganador.
Con Fabián Manrique en el podio
Fue una buena carrera, emocionante hasta el final, me dio satisfacciones y creo que hice lo mejor que pude con lo que tuve en ese momento a mi alcance, pero no siento haber ganado completamente. Tampoco siento haber perdido. Como en atardecer que ya empieza formarse sobre el CeNARD los colores se mezclan, las emociones dentro de mí también se fusionan. Quizás no pueda definir bien cuanto gané, cuanto perdí. Me conformo con saber que no me arrepiento de lo que viví, de que al final del día eso cuenta más.

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