¿Para qué me siento a escribir este blog? ¿Qué me motiva a
relatar entrenamientos, carreras, viajes, sensaciones, alegrías o tristezas? ¿A
dónde quiero llegar? ¿Qué quiero lograr? No lo supe bien a medidos del 2013
cuando lo empecé, no lo sé bien ahora, con unos setenta post publicados y
quizás nunca termine de saber hacía donde va. Pero si sé cómo empezó este otro
viaje, que me hizo volar mas de ocho mil kilómetros, correr por las playas de
Miami, competir en Orlando, entrenar en el Central Park de New York; por un
blog, pero no el mío. Incluso fue mucho antes de que mi blog naciera.
Fue el 22 de Abril de 2012, un par de horas después de
correr los 10k de Fila, me sentaba a la computadora y descubría el blog del
ganador de la carrera, Javier Carriqueo. No le escribí por haber ganado esa
mañana en Puerto Madero, tampoco por haber salido campeón nacional de 5.000 metros
el día anterior, sino por el gesto que había tenido en ese campeonato. El
reglamento marcaba que quien perdiera una vuelta con respecto al primero sería
descalificado de la carrera, Javier entraba a la recta principal para consagrarse
campeón, pero frenó su ritmo, incluso con el segundo corriendo en su búsqueda,
hizo esos últimos 100 metros más lentos que ningún otro, para no sobrepasar al
último y que lo descalifiquen. Por eso le escribí, y de esa forma nos conocimos,
a través de un blog.
Dos años y medio después, otra vez en Puerto Madero,
estábamos compitiendo en una carrera, mucha agua había pasado bajo el puente,
pero Javier volvió a ganar, esta vez la Disney Run, y con ella un viaje para
competir en Orlando. Un viaje para dos personas, y ni bien nos cruzamos después
de la carrera, me sorprendió con la invitación a acompañarlo.
Bastante agua más bajo el puente y estábamos pisando por
primera vez Miami, antes de subirnos al auto alquilado había que decir; salir
ya para Orlando, asegurarnos de retirar el kit a tiempo para la carrera del
otro día y alojarnos sin sobresaltos en Disney, o despedirnos de Miami de la forma
que más nos gusta corriendo, y ver luego si llegábamos a ratificar nuestra
presencia en la carrera. No hubo que pensarlo mucho. Manejamos por muchas
calles, nos perdimos, salimos a Key Biscayne, y donde pudimos tiramos el auto.
No sabíamos por dónde irían los pasos, pero al final hubo todo lo que puede
entrar en 45 minutos, y un poco más. Puente sobre el mar, puerto de yates,
caminito entre la vegetación, playa desierta, playa poblada, lo mejor que nos
podíamos llevar de ahí. Y arriba del auto a manejar más de 4 horas hasta
Orlando.
Llegamos bien al retiro de kits y nos sorprendimos con la
exposición montada para la carrera, muchísima gente, todo organizado, todo
grande, de todo mucho, daban ganas de correr, al menos para saber si la carrera
también era así. Y la hora llegó, demasiado temprano y con demasiado frío, pero
llegó. Con cero grados, la entrada en calor realmente buscó cumplir con su
nombre, pero fue difícil, de cualquier forma las 6:15 llegaban y estábamos en
línea de largada. Al menos yo, a Javier lo perdí al entrar a la manga. Había
mucha gente, difícil de calcular, 4, 5, 6 mil. Jamás me imaginé una largada tan
relajada con esa cantidad de gente, realmente no veía en la línea a nadie
decidido a correr fuerte. Filmaban la largada, sacaban fotos, escribían en el
celular, muchos disfrazados, mucho sobrepeso.
Y largamos, me acomodo en seguida adelante y veo a un solo
corredor dispuesto a buscar la punta fuerte, me pego a él y espero que aparezca
Javier en cualquier momento. Los minutos pasaban, todos los pasos quedaban
atrás pero no escuchaba los de Javier acercase. Un kilómetro adentro, voy
cómodo, no parece que vaya a ser un contrincante muy duro, pero Javier sigue
sin aparecer. Me lleva unos minutos más entender que me está regalando la carrera.
Y no iba a despreciar el regalo. Ya en el kilómetro dos el
otro corredor propone un cambio de ritmo y aprovecho para devolverle la
atención. Me siento cómodo para soltarme y hago un buen tercer kilómetro
dejándolo atrás. Ya queda la carrera para mí. Recorro el parque sólo, ni
siquiera está ya la bicicleta que guía la carrera, se fue para atrás, pero todo
está muy bien marcado, es imposible perderse, muchas curvas suaves, subidas
bajadas, música a todo volumen, aparece el gran globo del Epcot center, gente
animando todo el recorrido, el cartel de la tercer milla, falta poco, disfruto
mucho, jamás pensé en ganarla, estaba Javier, los sueños llegaban hasta el
segundo puesto. Me dejo llevar, literalmente superé los sueños, no fue mi
carrera más rápida, ni la más difícil, pero la disfruto tan plenamente como si
lo fuera. Es distinta, en cierto sentido única para mí, se escucha el público
de la llegada, ¿quién se sienta en una grada a alentar a las 6:30 de la
madrugada con 0°? No lo sé, pero hay mucha gente. Todo el placer de ganar una
carrera en cada paso; no desperdicio nada, lo absorbo en cada metro, una mezcla
de euforia, alegría, placer, relajación, orgullo. Llega el arco, llega la
línea, llega la cinta, se corta y todo termina. Estoy feliz, como dijo el Indio;
no lo soñé.
Por la tarde estamos enteros, la carrera no ha dejado
secuelas, de hecho Javier ni transpiró. Así que aprovechamos para entrenar, él
hace 5 de mil y yo un trote tranquilo como para sumar kilómetros. Disney ya se
pone en plan entrenamiento. El sábado saldrá un doble turno tranquilo, con
salida de compras en el medio. El domingo coordinamos para aprovechar el último
día completo con un entrenamiento intenso, queremos usar la pista del ESPN wide
world of sports complex para girar rápido. Pero nos olvidamos que es domingo y
parece que hay gente que no entrena ese día. Perdemos tiempo, damos vueltas en
vano, intentamos buscar otro pista afuera de Disney, pero nada aparece y
parafraseando a Antonio Machado; hacemos camino al andar.
En un camino de pasto, cerrado al tránsito, que habíamos
descubierto trotando el día anterior, marcamos nuestros propios parciales y construimos
un gran lugar para entrenar. Totalmente protegidos por un enorme bosque, con
una superficie de pasto bajo y veloz, sin ninguna interrupción, ni siquiera
alguien que observe, él saca un tres mil y un dos mil y yo diez de seiscientos.
Él termina apenas conforme, yo muy contento, me encontré algo más rápido de lo
esperado, el entorno y la compañía motivó, la semana cerró perfecta. El broche
lo puso Mariela Ortiz siendo la atleta más rápida de la Disney Princess Half
Maraton, la FAM presente en el fin de semana deportivo de Disney.
Por la tarde vamos a un parque, no me acuerdo el nombre, el
del castillo de las fotos. Por suerte a ninguno de los dos nos gusta y no lleva
mucho tiempo dar una vuelta, sacar una foto y decir que no nos fuimos sin
conocer ningún parque en la tierra donde los sueños se hacen realidad.
Lunes, quedan 12 horas en Orlando, a las 9 hay que salir de
Disney para llegar con tiempo a devolver el auto y tomar el vuelo a New York. Y
tocan 90 minutos. Una despedida larga, y con sueño. El sol ya asoma, se ven los
últimos trabajos de jardinería para presentar el parque impecable como todos
los días, y largo en solitario a soltar las piernas. El aire puro y el verde me
envuelven, los minutos pasan rápidos, en poco tiempo aparece Javier. En
compañía aún se disfruta más, volvemos a cruzar un par de veces nuestra verde
pista, la mañana ya se presenta plena y el sol muestra su poder, la piel
transpira y la ropa sobra, se siente la brisa suave sobre el cuerpo. Orlando
está quedando atrás.
Decir que todo salió perfecto suena un poco aburrido, pero
así fue; la carrera, los entrenamientos, el clima, las comodidades, la
compañía. Javier realmente fue un gran compañero de viaje, coincidimos en
gustos, horarios, entrenamientos. Todo está demasiado ordenado en Disney, así
que nos vamos a New York a ver cómo nos arreglamos solos, sin tener el buffet a
disposición, sin calor para correr, sin auto último modelo, sin saber bien que
vamos a hacer.
La gran manzana, la ola de frío polar, la maratón más grande
del mundo, el central park, mucho por correr, mucho por descubrir. Hacía allá
van los pasos.No te pierdas la mirada de Javier sobre este viaje, aquí su crónica.
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